Mi segunda aparicion en un concurso de poesía. (El primero fue hace años en un concurso malagueño). Como ya han pasado los plazos y no he tenido noticias, lo publico.
Para Beas de Segura y Carmen de Michelena.
A vuela pluma para su concurso
literario.
VERSOS
ALEJANDRINOS
No
era Juan, ni de lejos, una mujer al uso,
Era
una mujer muy alegre y distinta,
Pasó
por la vida como una funambulista,
Nadie
le permitió ser como ella se compuso.
Solo
salía por el pasillo de su espejo,
A
galopar a lomos de su ansiada libertad,
Sus
largas noches llenaba de intensa brevedad,
Sacando
de su chistera más de un conejo.
Pintaba
su corazón con color alegría,
Sacudiéndole
a su alma la triste ceniza,
Tenía
muy claro que le tenían ojeriza
Sus
fronteras eran una pura algarabía.
En
sus angostos paseos por los tristes cristales,
Fantaseaba
con un mundo libre y sincero,
Soportaba
en soportales cualquier aguacero,
Si
las miradas feas la dejaban en retales.
Malvivió
su vida en dos mundos diferentes,
De
día era un hombre huraño y extraño,
Nadie le ofreció solidaridad en mil
años,
Todo
el pueblo le reventó mil veces sus puentes.
Las
noches eran su libertad, su escapatoria,
Su
cuerpo reluciente lucía como sentía,
Pintaba
de neón las galas de su alegría,
Sus
sueños volaban muy alto, a mayor gloria.
Una
noche, al alba, decidió terminar,
Ya
no tenía más ganas de vivir escondida,
Porfió
su barba y bigote a doble partida,
Y
reescribió una nota póstuma y en singular.
Me
voy de este mundo tan inhóspito y cruel,
Me
voy con la inmensa alegría de ser quien soy,
Nunca
he vivido mi vida como pretendéis hoy,
Me
voy con un sentimiento sagrado: me soy fiel.
Escribo
esto para futuras generaciones,
Para
que vivan a su aire, como tengan gana,
Porque
el que vive a su aire, siempre gana,
Sin
deber tener en cuenta otras opiniones.
Dejo
como recuerdo esa mi mejor sonrisa,
La
que solo mi espejo realmente conoce,
Nunca
me hundieron en el cieno las mil coces,
Porque
no hicieron de mí una persona indecisa
Atrás quedan tantos obsequios de
sinsabores,
A los cuales recibí siempre con mucha
calma,
Porque nunca malhieren ni el corazón
ni el alma.
No se sientan nunca sempiternos
vencedores.
Me voy del mundo con tranquilidad
absoluta
Ya que no hice mal adrede, y en
conciencia, a nadie,
Paseen mi cuerpo presente para que
irradie,
Sin que nadie pueda cobrarme una
minuta.
Algunos
se alegrarán de que ya no haga sombra,
De
que no pise con mi sombra sus adoquines,
De
que no llore mis penas en sus calcetines,
Yo
siempre rezaré por aquel que mal me nombra.
Otros,
al paso de mi entallado de madera,
Soltarán
un suspiro con lágrimas furtivas,
Seguirán
malviviendo en manera pensativa,
Escondidos
al socaire de la primavera.
Los
cementerios están llenos de valientes,
Yo
solo pretendo ser una humilde persona,
Que
a veces vivió su vida en forma cabezona,
Sin
más rabia ni odio, apretando los dientes.
Mi
epitafio debe de ser que viví en libertad,
Que
disfruté de mi cuerpo frente al espejo,
Que
gocé la vida bajo mi propio pellejo,
Que
todo fue tutelado con mi propia lealtad.
Ojalá
y que las futuras generaciones,
Puedan
vivir su vida sin corsés ni coacciones,
Ojalá
no hagan falta de más oraciones,
Y
que todos vivan sus vidas con sus canciones.
Calella,
27/04/24 – 13:56
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