Empeñada en perseguir tu sombra siempre alargada,
Sufriendo al filo de la navaja de un desvarío,
Arrastrada por la corriente de un gélido río,
Desde oriente hasta poniente siempre consentida.
¡Ya ves!....el amor es así de loco, ¡quién lo diría!,
A veces triste, a veces luce una luminosa algarabía,Al abandonarte te deja más triste y solo que la una,
Con el alma consumida, sin tener ni pizca de fortuna,
Con la desesperanza abrazada fuerte a tu garganta.
Ahora que las sienes se me tiñen de color de plata,
Sigo siendo el mismo rufián experto en meter la pata,Los otoños, a su paso, han teñido también mi piel,
Sin tenerte nunca en mis brazos, te sigo siendo fiel,
Parece que ha llegado la hora que tanto me espanta.
Mis versos pululan llenos de palabras transitivas,
En tránsito a razones poco objetivas y paliativas,Escondiendo claros deseos irrefrenables y velados,
Que te dejan los porticones del alma bien cerrados,
A expensas de que tus labios suelten el ansiado sí.
Mi alma intenta enredarte como si fuese hiedra,
Reptando arriba y abajo, aferrándose a la piedra,Para poder ocultarle a la luz de la incipiente luna,
Tu mirada y mi mirada, ambas de apariencia gatuna,
Entre piedra, hiedra y luna, nace la flor de pitiminí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario